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Juan 15:15

Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.

La amistad es algo tan grande, tan bello, es un regalo que nos dejó Jesús, muchas veces la menospreciamos, la subestimamos. Si hasta Jesús llamo amigos a sus discípulos.

A veces creemos que la amistad se basa solo en largas platicas profundas o compartir el pan y la bebida. La amistad va aún más allá de poder hablar sin reservas, el poner en las manos de una persona tus debilidades, el abrirle el corazón y poder mostrarnos vulnerables.

He tenido el honor de estar rodeado de muy buenos amigos, personas que me han brindado su mano en todo tiempo, me han enseñado y exhortado cuando lo necesité, han sido el color de esos días grises, pero sé que hay alguien que cada día habla a mi corazón, el señor siempre está atento a quienes le buscan, y quienes lo buscan, siempre lo encuentran.

Contar con alguien en todo tiempo nos hace afortunados. Qué bueno que Jesús nos dejó ese gran regalo de la amistad, para que podamos sentir el calor humano de un verdadero amigo.

Ese mismo Jesús que llamó amigos a sus discípulos, hoy nos está diciendo ¿quieres ser mi amigo? Si aún no encuentras esa amistad, o la perdiste en tu camino, y te sientes traicionado, Siempre podemos contar con Jesús, ese Jesús que nos ama sin medida, que nos espera con brazos abiertos.

Necesitamos más amigos en nuestras vidas, necesitamos esos cómplices del corazón, necesitamos esas personas con las que no hay protocolo ni máscaras, esos con quienes podemos reír juntos, llorar juntos, poder hablar de lo que se nos ocurra.

Todo esto en verdad lo podemos hacer con Jesús, hablar de lo que queramos sin reservas, él siempre está dispuesto a escuchar nuestro corazón y nuestras palabras.

Dichosos los que han encontrado la amistad y más dichosos los que ven a Jesús como un amigo.