“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación” (Mateo 5:4)
¿Qué?, ¿Cómo? – Esa fue mi reacción cuando hace muchos años atrás, por primera vez leía el muy conocido “Sermón del monte” dónde Jesús habla acerca de las bienaventuranzas; y yo, que en ese entonces me encontraba en procesos que precisamente eran acompañados por llanto, no me sentía bienaventurada en absoluto.
Por supuesto, mí mente citaba el significado de “Afortunado y feliz” Desde mi óptica tenía que haber un error, seguramente esta parte en la biblia estaba mal traducida o definitivamente Dios no me prestaba atención.
Generalmente nos estancamos en aquello que queremos ver, yo estaba trabada buscando mi Bienaventuranza; un versículo tan corto y me olvidé de leer acerca del consuelo. El llanto la mayoría de las veces está ligado a todas aquellas cosas por las que no queremos pasar, nadie quiere el luto, la tristeza, el dolor, los quebrantos o las ruinas; en definitiva no queremos pasar por el fuego y preferiríamos no tener que ser consolados.
«El corazón conoce la amargura de su alma» (Proverbios 14:10) Pero es un gran privilegio cuando «mi aflicción» puede ser contratacada por «mi consuelo» «Ella es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado» (Salmo 119:50). Es a través de esa promesa del consuelo que Dios suele vendar heridas, cubrir nuestras vergüenzas y redimir nuestras fallas, es ahí donde nuestro buen pastor nos coloca en lugares delicados para reposar y poder deleitarnos en la gentileza de su presencia.
“Él pone esas lágrimas en Su odre, porque Él te dio el amor que trae esas lágrimas y Él te hizo para que pudieras llorar, y lo echas todo sobre la Roca que nunca se mueve”.
– Elizabeth Elliot
Algo que siempre me ha maravillado de la persona de Jesús es que, suele ser un compendio de cada cosa que necesitamos, es por eso que a lo largo de la biblia Jesús siempre es relevante. Pero sin duda uno de los aspectos más hermosos que Jesús nos muestra, es que siempre calma las tormentas, él sabe cómo calmar nuestros corazones y sabe cómo consolar nuestras almas.
Sólo cuando logramos recibir ese consuelo entendemos que realmente somos bienaventurados, que en realidad recibimos de un misterio glorioso cuando Dios nos dota de un gozo que es sereno, inalterable y autosuficiente. “Bienaventurados los que lloran…” -Si, somos bienaventurados porque recibimos un gozo que nos busca a través del dolor y que brilla a través de las lágrimas, pero que ni la tristeza, la angustia o la pérdida pueden afectar.
Somos bienaventurados porque tenemos un Dios que sabe dar buenas dádivas a sus hijos. Así que si estamos atravesado por llantos, tengamos certeza que el gozo está de camino.
Contador, labora para una entidad de la industria de acero en Managua como asistente contable. Tuvo un encuentro con Jesús a los 18 años mientras atravesaba una etapa difícil en su vida personal; ahí conectó con un grupo de jóvenes que se dedicaban a compartir la Palabra de Dios en las casas y desde entonces inició en el ministerio trabajando con jóvenes e Intercesión. Actualmente también se encuentra involucrada sirviendo en el Ministerio de alabanza.
Muchas gracias por este mensaje. Me ha caído en el mejor momento.
Que bendicion!