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La ilusión de un hijo es muy agradable, aunque da un poco de temor porque no sabes que acontecerá luego de su nacimiento; creo que existen tantos sentimientos que no puedes describir, pero para una mujer es lo mejor que puede experimentar aún cuando es una noticia inesperada.

Hoy quiero contarte acerca de como viví parte de esa ilusión.

Febrero de 2011 fue un mes de sorpresa, la noticia de ser mamá llegó, estaba tan temerosa y al mismo tiempo feliz, pero sentí más miedo e incertidumbre que felicidad, sinceramente, tenía en ese entonces un matrimonio de pocos años y experimentaba cierta inocencia de mi parte, aunque no suene compresible por la edad que tenia en ese momento.  La noticia de un bebé para un matrimonio joven debería de ser gran felicidad, pero en un principio creo que no lo fue, esa relación estaba más fracturada y distante que muchos de los matrimonios o parejas que tienen años de convivencia.

En ese entonces,  luego de ciertas semanas me aferré a ese ser que apenas empezaba a ser parte de mí,  vino la ilusión acompañada con un miedo increíble porque no sabía que le tocaría vivir a ese bebé con unos padres que no tenían estabilidad en su relación. Sin embargo amaba y me agradaba saber que habría una personita que pronto sería parte de mí.

Un 6 de marzo de 2011 a las 5:30 am ese ser que me hacía sentir tantos sentimientos y anhelos dejó el vientre que lo cargaba y esas ilusiones de verlo crecer, de preguntarme si sería un hermoso niño o niña, simplemente se desplomaron.

Hoy en este escrito te abro mi corazón, es la primera vez que de manera más abierta puedo contar esta historia, para muchos puede ser solo un mal momento, pero para muchas mujeres que han perdido un hijo saben que es más que eso, y es muy doloroso.

Fue un día domingo lo recuerdo bien, es de los pocos momentos que recuerdo con exactitud, pero ese día si, porque fue muy duro para mi. Durante dos semanas antes, tuve amenazas de aborto y a pesar de haberme cuidado y de querer estar lo más estable emocionalmente, no lo logré.

Ese día, fue impactante, logré ver como luce un feto ya formado y salió completo de mi, era mi bebé!. Me quedé sin palabras, solo salían lágrimas sin control. Pasadas las semanas no quería hablar al respecto y poco a poco sin darme cuenta enterré los recuerdos de ese día, reprimí todo el dolor y tristeza que sentí por la pérdida de mi hij@.

Creía que pasar por alto ese momento doloroso, evadiendo la tristeza y el vacío que sentía mostrándome bien delante de mi familia y amigos, según yo, para que no sintieran lástima por mí, era lo que debía realmente hacer. Pretendí seguir con mi vida como que nada hubiera pasado.

Sin embargo mi comportamiento se volvió frío, distante,  mi desempeño laboral disminuyó tanto, por mi falta de actitud al cabo de unos meses perdí mi trabajo en un recorte de personal. En mis estudios solía ser dedicada y esforzaba para mantener buenas notas pero también dejé de estudiar como lo hacia, al punto que dejé por un tiempo la universidad y estuve por perder casi el año recorrido por mi estado anímico. Mi vida espiritual estaba muerta y a pesar de no culpar a Dios, me reprochaba a mi misma por no haber hecho algo, para que mis circunstancias y mi estado emocional no hubieran sido parte de la muerte del hijo que no esperaba al principio, pero que luego amé y desee tanto tener en mis brazos.

Por años cubrí tanto dolor y reprimí cada lágrima que me enfermé de lumbalgia emocional, aumenté de peso, y ya no miraba con agrado a la persona que miraba en el espejo, me aislé socialmente y siempre sonreía con dolor, porque en realidad no sabía ni como de cierta manera vivir. 

Sin embargo Dios me mantuvo en pie en su misericordia. No pasé un luto porque me negué a llorar, a expresar como me sentía y cree una “estabilidad” que no existía.

Fui sanando a medida que Dios trató conmigo después de restablecer mi relación con él y hace unos tres años logré sanar por completo el dolor de aquella cuna que nunca se estrenó.

Hay muchas mujeres que lograron cargar a su bebé y lo perdieron, otras que no tuvieron esa dicha y simplemente un día ese ser dejó el vientre que los cargaba, para ambas situaciones hay dolor en ello y hay mujeres que aun se niegan a decir un adiós a esa cuna vacía.

El encerrarte o el pretender estar “estable” no hará más que enfermarte emocional, física o aún mentalmente, continuar así solo te causaría más decaimiento. Así como estuve yo por años, reprimiendo el dolor, muchos aspectos en mi vida fueron afectados; creo que así existen muchas que quizás tienen años viviendo con un recuerdo doloroso, o cubriendo ese momento para estar “bien” sin embargo es una mejoría superficial.

En 2 Samuel 12: 15-23 habla cuando el rey David sufrió por la enfermedad de uno de sus hijos, oró, lloró y ayunó por su hijo mientras estaba vivo. El sufrió lo que llamamos un duelo anticipado debido a la enfermedad que tenía su hijo y que sabía que las posibilidades de sobrevivir eran nulas. En los versículos siguientes habla que hizo David al conocer que su hijo había muerto.

2 Samuel 12:20-21

 20 David se levantó del suelo y se lavó, se cepilló el cabello, se cambió la ropa, entró en el Santuario y adoró al Señor. Luego regresó al palacio, y comió. 21 Sus servidores estaban asombrados.

Los dolores  más profundos y las tristezas que creemos que son eternas no se irán sin que nosotros no hagamos algo. David nos mostró en éstos versículos el amor a su hijo, cuanto dolor sintió, y el momento de incertidumbre y depresión que pasó, cuando su hijo estaba muriendo, pero luego vemos como luego se levanta, llega aceptar su muerte y toma la decisión de seguir, y lo más asombroso fue que en medio de su dolor fue a la presencia de Dios y le adoró.

No dejes que sigan pasando los años con un dolor que contamina tu alma, haciéndola vivir con un dolor y tristeza a cada minuto. Dile hoy adiós a la cuna, permite que Dios llene ese vacío, que sane esas heridas, te de paz en medio de todo sentimiento doloroso.

Si sentiste que te arrancaron ese anhelo, ese deseo de vivir como madre hoy es buen momento para deja ir a la culpa, el resentimiento hacia otros buscando culpables o a ti misma.

Acércate al que llena tu vida y sana toda herida. Adora en medio de tu dolor y suelta; no dejes que sigan los años pasando guardando tanto dolor, dile adiós a la cuna.