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Todo a su debido tiempo

Hay una temporada para todo, un tiempo para cada actividad bajo el cielo. Eclesiastes 3:1

Esperar definitivamente es una actividad que nos cuesta asimilar. Digo actividad porque no necesariamente debe ser pasiva, pero eso la espera implica que pasen muchos días para ver realizado aquello que esperamos con tanto anhelo.

Piensa por un momento en una madre embarazada que debe esperar 9 meses para ver a su bebé, ella puede hacer ejercicios, dormir, hacer compras, preparar la cuna, dirigir en su hogar a trabajadores para que remodelen el cuarto, en fin un sin número de actividades que no precisamente la ayudarán a acelerar el proceso de espera, el bebé siempre llegará hasta que los 9 meses estén cumplidos, no puede decidir ella misma verlo a los 3 o 4 meses por más que quiera disfrutar de ver su carita y darle besitos, porque todo viene a su justo tiempo.

Así como ese ejemplo, Dios nos hace esperar a nosotros para que ciertos momentos lleguen a nuestra vida en el tiempo que El destinó que llegaran, pero como no tenemos su mente y su corazón, siempre pensamos que el tarda y nos desesperamos por ver respuestas de su parte.

A todos aquellos que hemos aprendido a confiar en que Dios responderá nuestras oraciones, clamamos a Él por milagros que queremos ver pronto. En particular tengo una oración personal por la cual he clamado por varios años pero aún no ha sido respondida. He pasado ciertos momentos en la noche o madrugada cuando platico con Dios donde le explico mis razones del porqué quiero lo que le pido. Él con su actitud tan paciente, me hizo ver a través de unas lecciones de manejo que tomé esta semana de como Él tiene el control de los tiempos y que todo lo piensa para nuestro bien.

Cuando el instructor de manejo me explicaba ciertas maniobras que debo aprender, me decía que tuviera cuidado porque estaba presionando el acelerador más de lo que debía, justo cuando debía más bien desacelerar. Miraba como mis nervios y me falta de pericia me impedían tener el correcto manejo de mis pies y manos en sincronía y como él a mi lado, frenaba en mi lugar cuando el lo creía necesario para ayudarme.

Dios hizo que en una de esas clases yo aprendiera que el estaba actuaba como un perfecto instructor, que cuando yo quiero todo ya, y quiero acelerarlo todo, El está a mi lado para mostrarme que no es el momento de correr, y que si me hace andar lento es porque no estoy preparada para semejante carrera. El en su perfección desea que no te estrelles y sufras dolor, y que El está ahí para mostrarte que hay ciertas peticiones que están por responderse pero a su justo tiempo, en el momento perfecto.

Pues yo sé los planes que tengo para ustedes —dice el Señor—. Son planes para lo bueno y no para lo malo, para darles un futuro y una esperanza. Jeremías 29:11