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No imaginaba cuan decepcionada estaba hasta que intenté de nuevo volver a realizar cosas que había dejado de hacer varios años atrás. Al parecer mi mente había llegado a una poderosa conclusión a raíz de los intentos. Intentos fallidos por supuesto. Y si, lo admito, me cansé y me dije ciertas frases que asumí como verdades. No todas son ciertas, pero la decepción ocasiona que lo creas.

Permítanme contarles una de las ocasiones que me demostraron eso.

Años atrás intenté ayudar a una amiga que estaba deprimida, la invitaba a grupos de oración, a la iglesia, la visitaba, y hacia todo lo que estaba a mi alcance para ayudarla con su situación de tristeza y soledad. Paralelamente estuve invitando a otras personas también a conocer al Señor, casi siempre esas otras personas, me decían que estaban ocupadas, no querían saber de la iglesia o ignoraban mi invitación. En resumen, todos los intentos por ayudar a otros y a mi amiga con depresión no funcionaron, casi sin darme cuenta me formulé lo siguiente: “Yo no sirvo para invitar personas, nunca aceptan a través de mí, nunca logro que alguien vaya a la iglesia, debo dejar de hacerlo, no tengo esa influencia y no tengo ese carisma que otros tienen. Quizá soy buena para otras cosas, pero no para esto”. Mi conclusión fue, no invitaré a nadie más, ni insistiré porque no funciona.

Déjenme decirles que esta declaración que creí, no llegó por que me esforcé poco, sino por años de intentos. Ahora, algo de lo que estoy clara con respecto a atraer a otros a Jesús es que los que no creen en El, llegarán a sus pies más porque les demuestres que te importa su vida y no porque quieras que ellos entiendan o crean en algo igual que tú.

Escuché una frase que decía: “no fuerces a otros a entrar a la iglesia, a menos que tú te esfuerces por entrar en sus vidas”. Primera verdad: La respuesta positiva es el amor.

Con esto de que había decidido no invitar más a las personas, me topé con una prima que estaba con una situación similar a la de mi amiga (depresión) años más tarde. Una vez más, empecé a hacer todo lo que estaba a mi alcance para colaborarle, hasta que meses después en mi intento de llevarla a Dios y a terapia para superar sus episodios de ansiedad que eran tan recurrentes y la mantenían en un círculo de dolor, me di cuenta de una segunda verdad: No puedes ayudar a alguien que no desea ser ayudado.

Aunque trataba con palabras amables decirle lo delicado de permanecer en un patrón de pensamientos negativos, esto no tenia efecto alguno, si su disposición no era la necesaria. Frustración si, la sentía; desistir, si quería. Y me pregunté: porque estoy otra vez acá, tratando de volver a ayudar a mujeres en esta situación, o más bien, ¿porque estas personas me buscan?

Créanme yo estaba clara que mi deseo de ayudar surgía de las ganas de ver alguien levantarse, así como yo lo logré cuando otros me ayudaron y pude ver días mejores, no podía simplemente ignorarlas. Pero esto de ayudar, no se trata de lo bueno que somos, sino de lo que Dios quiere hacer a través de ti, porque su bondad quiere tocar vidas. Tercera verdad: ayuda a otros porque esto es de Dios, no tuyo. Haz tu parte y Dios hará la suya.

 

Yo encontré en Jonás un personaje bíblico, una actitud similar de decepción que nos ayudará a superarla.

El Señor le dijo a Jonás que fuera a Nínive, que pronunciara juicio contra ella, porque había visto lo perversa que era esa gente (Jonás 1:1-2). Pero Jonás no quiso hacerlo.

Creo que Él se parece a ti y a mí, cuando Dios nos ha dicho: invita o háblale a alguien de mí. Nos decimos lo mismo: para que lo invito si dirá que no”, “para que le digo que vaya a este grupo si me dirá que no tiene tiempo”. “Para que les digo las verdades de Dios, si no las van a creer y no les interesa”.

Jonás después de un tiempo de estancamiento, – si lees la historia verás que el permanece cierto tiempo en su posición donde se niega a aceptar – pero al fin decide entregar el mensaje que Dios le había dado, el resultado fue que la gente lo recibió y causó en ellos arrepentimiento. Tu dirás: ¡que fabuloso!, cumplió en decirlo y causó el efecto adecuado, todos se arrepintieron. Pero no, Jonás no se puso contento. La historia dice que él se enojó.

¿Qué pasa entonces con la actitud de Jonás? Jonás se molesta porque se expuso públicamente a dar un mensaje de juicio, en resumen, decirle a toda la ciudad, “Nínive será destruida”, pero como Dios vio la actitud de arrepentimiento en ellos, no lo llevó a cabo.

 Lee esto:

¡Quítame la vida ahora, Señor! Prefiero estar muerto y no vivo si lo que yo predije no sucederá. Entonces le reclamó: ¿no te dije antes de salir de casa que tú harías precisamente esto? ¡Por eso hui a Tarsis! Sabía que tú eres un Dios misericordioso y compasivo, lento para enojarte y lleno de amor inagotable. Estás dispuesto a perdonar y no destruir a la gente. Jonás 4:2-3

Puedo notar que Jonás teme por su reputación. Porque sabe que exponerse públicamente a declarar un mensaje a miles, descarta su veracidad. Pero no se trataba de él, ni era su mensaje, ni era el deseo de su corazón, sino el de Dios. Es lo mismo que estábamos diciendo antes. Las palabras que Dios nos da, causan diversos efectos, me encanta el pasaje que dice, Lo mismo sucede con mi palabra. La envío y siempre produce fruto; logrará todo lo que yo quiero, y prosperará en todos los lugares donde yo la envíe”. Isaías 55:11

 La Palabra de Dios en las personas, logrará el efecto que Él quiera.

Logro ver una cuarta verdad: quizá una persona no aceptará la Palabra de Dios de tu boca, pero esa Palabra se transformará en una semilla que germinará algún día. Conozco a tantas personas que antes de ser creyentes y rendirse a Dios, muchas personas las abordaron de muchas maneras sin embargo no aceptaron la verdad. No obedecieron al mensaje y no creyeron que fuera el tiempo de dejarse cambiar por ello. Pero una vez que era el momento ideal o se dispusieron, recordaron todas las veces a las que el Señor envió a sus fieles a predicarles su mensaje. Por tanto, aunque si era cierto que mis invitaciones y muestras de ayuda a ciertas personas no causaron el efecto deseado, ellas no podrán decir que no hubo alguien que les extendió la mano, porque Dios estaba ahí.

Quiero animarte, que, así como yo, tendremos momentos de cansancio y cuestionaremos lo que hacemos, pero si Dios te ha dicho que lo hagas confía en que es bueno.

Para terminar, te doy algunos ejemplos de frases que un día me dije:

Hice muchos intentos por aprender a manejar, y siempre hubo obstáculos.

Conclusión propia: elijo mejor no hacerlo, puede que no me convenga.

Muchos años soñando con cantar y producir canciones, y eso ha avanzado lentamente.

Conclusión propia: quizá eso ya no se cumpla.

Deseo tanto viajar y nunca alcanza para lograrlo

Conclusión: viajar es un sueño que nunca se da.

Fracasé siempre al tener pareja.

Conclusión: quizá casarse no sea para mi

Si estás decepcionado de alguien, de algo o incluso de Dios, simplemente revisa las mentiras que has creído a raíz de las dificultades que surgieron. Formula mejores conclusiones, analizando lo que te decepcionó, soltando lo desagradable, y viendo las cosas desde otra perspectiva. Quizá solo debas hacerlo de otra manera o en un mejor momento. Siempre permítele a la vida seguirte enseñando, porque la decepción te roba las posibilidades.