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Como lo Conocí

Conocí a este amigo cuando tenia 16 u 18 años y tuve la oportunidad de que el fuera mi líder de jóvenes o bien mi pastor por varios años.

En ese entonces nos retaba a orar días específicos en la iglesia por varias horas y experimentamos siempre toques gloriosos de parte del Señor, también ayunábamos, nos retaba a ministrar con los dones que el Espíritu Santo nos había regalado, creía que estábamos llamados a alcanzar a muchos jóvenes para Cristo, por tanto orábamos con fervor en cada servicio juvenil en la iglesia por esta petición.

Definitivamente los que compartimos con él en ese tiempo fuimos influenciados poderosamente por su visión tan apasionada por ganar almas y de disponerse con determinación al servicio del Señor.

En algún momento de esa temporada alguien me llamó la mimada del pastor de jóvenes, que en este caso era él, pero creo que nos conectamos desde el principio y reconozco que siempre estuve dispuesta a trabajar mano a mano por un mismo propósito.

Años más tarde el dejó de ser el líder de jóvenes en mi iglesia en ese entonces, esto no lo alejó, sino que lo acercó aun más para verlo como un amigo. Pasé rachas tan difíciles en el área sentimental, el divorcio para ser específicos – fue una temporada de desolación en mi vida – y el podía comprenderme tanto en ese tema que siempre sus consejos me llenaban de esperanza. Siempre me decía que mi vida no estaba determinada por las circunstancias, ni por los errores cometidos, y que los momentos de fracaso no me definían.

Siempre que necesité un consejo en un momento crucial, sus palabras eran cual flecha lanzada al centro de un tablero, acertadas, me animaba a creer que no estaba sola, que no era la única en mi situación, y que ese percance solo era algo momentáneo y que podía aprovechar esas lecciones de vida para ser mejor persona, reinventarme.

Lo busqué en momentos muy difíciles la verdad, cuando me sentía con la soga al cuello, él y su esposa me animaban a ser fuerte y creer siempre lo que Dios decía de mi, pero también compartí con él cuando sentía que las etapas de florecimiento y descanso habían llegado y se gozaba conmigo por mis aciertos y victorias. Aunque no lo miraba frecuentemente, sabia que podía contar con él.

La Separación

Hace un par de semanas su hijo me compartió que estaba muy mal de salud en el hospital y empecé a orar por él. Creía con todo mi corazón que Dios iba a sanarlo e iba a restaurar su salud. Oré de día y de noche para poder volver a verlo otra vez sano.

Un día me detuve a pensar si Dios lo dejaría con vida o preferiría llevarlo a su regazo y el presentimiento de que podía morir pasó por mi mente pero me negué a aceptarlo y destruí esa posibilidad. Días después la noticia inesperada llegó, había muerto. Estaba tan calmada e inmutable, que pensé por varias horas en la forma en que ve Dios la muerte y pensé que lo estaba comprendiendo tan claramente.

Para Dios la Muerte No Es Una Tragedia

Para Dios la muerte no es una tragedia, no significa lo mismo que para nosotros. Hasta ese momento pensé que había tomado la muerte de mi amigo con mucha madurez. Pero horas más tarde al ver a su familia y amigos poniendo sus fotos y comentarios en Facebook estallé en llanto y no podía creer que se había ido. Empecé a recordar todos los momentos que compartimos juntos, muchas de las conversaciones que tuvimos y muchos de los consejos que él me dio y lloré como un día Jesús lo hizo por su amigo Lázaro.

Aunque queramos ser espirituales y ver la muerte como un descanso para nuestros seres queridos, la muerte siempre nos arranca lamentos porque no asimilamos que no veremos de nuevo el rostro de aquella persona, no escucharemos de nuevo su voz, ni podremos reírnos de comentarios que entre compinches sabíamos, y es inevitable no entristecernos.

Jesús también nos comprende en estas etapas de mucha tristeza, y es el mejor aliado para traer consuelo al corazón.

Nos molestamos con Dios cuando se lleva a algún ser querido, lo vemos como un villano que nos arrancó un trozo importante de nuestras vidas. Y como reconocemos que El todo lo puede, reclamamos como Martha lo hizo con Jesús, “si hubieras venido a tiempo, el no habría muerto”.

San Juan 11:21 ‘Marta dijo a Jesús: —Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.’

En otras palabras, nuestra naturaleza humana, ante la muerte es resistirla o desecharla, y renegamos si Dios no hace algo para sanar a nuestro ser amado. Aunque la naturaleza de Dios es la de sanar, su soberanía va más allá de nuestra comprensión cuando decide no hacerlo y peor aún permitir que la muerte se haga realidad.

San Juan 11:21,32-33

María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verlo, se postró a sus pies, diciéndole: —Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, al verla llorando y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, ‘ (Jesús lloró).

No imagino la tristeza que siente la esposa de mi amigo en este momento, eran 21 años de casados que cumplirían este año, con este incidente entendí claramente que detesto las despedidas, no concibo ir a dejar a un familiar al aeropuerto si estará mucho tiempo de viaje, no soporto ir a los entierros o velas, porque es despedirme también, y simplemente me cuesta demasiado. Guardar en mi memoria esa escena en el que me separo de la persona que aprecio es agónico para mi. Así como me ha costado soltar a ciertas personas a lo largo de mi vida a las que tuve que decirles adiós aunque están aún vivas. Pero es una lección que debemos cursar.

Te animo a aprender de tus peores errores, debilidades y fallos al blanco, Jesús puede ser ese amigo que siempre estará para ti, llorará contigo y reirá cuando celebres tus victorias, así como mi pastor, hermano en Cristo y amigo me lo enseñó.

Dedicado a Eduardo Montoya, agosto 2021.