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Sé cómo el sándalo, que perfuma el hacha del leñador que lo hiere”

Es una frase muy conocida del poeta y filósofo hindú Rabindranath Tagore; leí alguna vez que ese árbol es particularmente conocido porque tiene un aroma exquisito, no es de extrañarse que al cortarlo su aroma se impregne en todo lo que toca; sin embargo cuando ya no se trata de literatura o metáforas sino de vivencias, cuando piensas en heridas y en la forma en que nos gustaría aliviar esas heridas, nuestro aroma no parece tan agradable.

Heridas Que Otros Nos Provocan

Y es que las heridas que otros nos provocan no son simpáticas, nadie en su sano juicio desea ser lastimado y cuando nos lastiman buscamos la revancha inmediata, nos llenamos de resentimiento o dejamos crecer alguna raíz amarga, seguramente vinagre sería nuestro aroma, pero qué pasa cuando te topas con un Jesús que dice: “No traten de vengarse de quien les hace daño. Si alguien les da una bofetada en la mejilla derecha, pídanle que les pegue también en la izquierda.” Mateo 5:39 TLA

Alguien hace miles de años ya había dejado por sentado que perfumáramos el hacha que nos hiere, y es que la fragancia del perdón, sólo se pone de manifiesto si somos heridos, si estamos lastimados y si estamos dispuestos a descender en la manera que Jesús mismo estuvo dispuesto a hacerlo y a perdonarnos para que tocáramos la gracia.

Renunciar a mis acciones naturales para dar espacio al perdón parece descabellado; en lo personal nunca pensaba en eso hasta que me tocó perdonar heridas que fueron causadas por personas que amo y es que las heridas, cuando vienen de alguien cercano, son las más profundas.

Un Doloroso Proceso

Un doloroso proceso de casi 6 años, me enseñó a ser como ese árbol, sin darme cuenta, cada año que recibía una herida, era Dios quien me ayudaba a extender misericordia y a comprender las palabras de Jesús y entonces perfumaba con perdón; después de todo, cada uno de nosotros también hemos sido continuamente perdonados, hemos experimentado la fragancia del perdón.

Pienso que fue esa fue la razón por la que la mujer en Betania derramó el frasco de alabastro a los pies de Jesús (Lucas 7:37-35), para ella el haber recibido perdón fue algo inmensurable, el costoso perfume que cargaba era nada en comparación a lo que el maestro había hecho por ella.

Perfumar todo con El Perdón

Siempre vamos a lidiar con circunstancias y personas que nos lastiman, (cercanas o no), y también con heridas, pero siempre podrás elegir entre perfume o vinagre; si tu iglesia, líderes o pastores te han causado heridas, perfuma con tu servicio comprometido y desinteresado, si tus cercanos te han herido perfuma bendiciéndolos, si tus enemigos te han herido, siempre puedes perfumar con perdón.

Usted y yo deberíamos ser portadores siempre de ese frasco de alabastro, ponerlo a los pies de Jesús y recordar que nada de lo que podamos extender a otros es comparable con lo que el maestro ha hecho con nosotros.